martes, 30 de abril de 2013

25 DE FEBRERO. SYDNEY 3º.

Tras el museo ya tengo el cuerpo para pocas jotas, así que decido cogerme de nuevo el bus turístico y darme una vueltita para ver la ciudad desde las alturas.... (es de doble piso descubierto).


Me sorprende y me gusta de esta ciudad la unión entre lo antiguo y lo moderno. Están los grandes rascacielos sobrepuestos a pequeñas viviendas con más de un siglo de antigüedad y muy por el contrario de quedar mal, provoca un contraste muy atractivo. Definitivamente me gusta!




 A esto me refiero...



Chulo, no?
Aunque ya es un poco tarde, decido bajarme en el Rocky que es como el casco antiguo de la ciudad, donde se originó todo, y está rodeando al muelle. También es agradable patear sus calles, definitivamente es una ciudad muy atractiva y única en el mundo. Yo no soy nada de ciudades y ésta la descubro con sorpresa y admiración. 





Nuevo paseo por el muelle en busca del autobús de vuelta a casa, el cual nunca encuentro porque es muy tarde y ya no pasan, así que después del relajadito día, pateada de una hora hasta el hotel... Hoy duermo como un angelito!!


Estos son los ferrys que pueblan toda la bahía. Hay un tránsito tipo autobús, cada 20 minutos, media hora salen ferrys en distintas direcciones porque la bahía de Sidney es realmente un potente entrante de mar que abarca varios kilómetros, así que la mejor forma de desplazarse de una zona a otra es, sin duda alguna, en ferry. Lo bueno es que lo han sabido hacer y todos conservan esta estructura de barco antiguo y con los mismos colores, así que no desentonan en la ciudad, más bien al contrario, resultan atractivos. Son como los tranvías en Lisboa, que de un medio de transporte han hecho una atracción turística, aquí con el aliciente encima de recorrer la bahía por el mar y poder ver la ciudad desde la distancia...


Ahora bien, estos ferrys no son los únicos que pueblan la bahía....

Después de éstas, guardo la cámara, pongo la directa y voy camino al hotel, sino no voy a llegar nunca!! 
Eso si, antes de llegar me paro a cenar, soñando más con la cerveza que me voy a tomar que con la comida y cuál será mi sorpresa que resulta que en los restaurantes no tienen permiso para vender alcohol, así que me mandan a una tienda de venta exclusiva de alcohol (te hacen sentir como una drogadicta, está escondida y te meten la botella en una bolsa de papel como los borrachos de las pelis), a que me compre yo la cerveza y vuelva al restaurante a seguir con mi cena... Claro, eso hago! No voy a quedarme sin mi cervecita después de todos los aminoácidos que he perdido hoy! Además, la cena lo requiere... me meto en un restaurante tipo Thai y a pesar de que les insisto en que de picante nada... no falla, casi salgo torpedeada y echando fuego por la boca!. Tienen muchísima influencia asiática en la comida, tanto aquí como en NZ y lo que predominan son los restaurantes Thai, chinos, japoneses, mongoles, hindús... En Rotorua comimos muy bien en ese tipo de restaurantes, pero aquí, de momento, no he acertado... 

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